«No, yo no tengo WhatsApp». Silencio en la mesa. Los comensales miran a quien ha anunciado el dato como si se tratara de un extraterrestre recién salido de la nave. ¿Hay gente sin WhatsApp? Sí, y más de la que pensamos. Los conocidos como dumbphones, o móviles tontos siguen contando con un notable número de adeptos que voluntariamente o como consecuencia a una renuncia a dejarse llevar por las tendencias, siguen utilizando el teléfono para llamar, o a lo sumo enviar algún SMS.
Pese a que 2013 fue el año en que oficialmente se vendieron más smartphones que móviles patata, estos últimos se resisten panza arriba a desaparecer, y de hecho, su mercado goza de una excelente salud. En este sentido y como buena prueba de ello, el operador japonés Docomo acaba de presentar toda una renovada gama de móviles de esta denostada categoría y, preguntados por los medios, el operador ha reconocido que se los quitan de las manos.
Feos, toscos y antediluvianos, la estampa de alguien abriendo sonoramente la tapa de estos vetustos móviles nos parece casi grotesca. Muchos de ellos están magullados por todas partes, pero resisten el paso del tiempo compartiendo el estoicismo con sus propietarios.
Por qué hay un notable número de usuarios que se resiste al cambio? Son muchos los motivos, pero el primero es tan evidente que nos parece hasta llamativo: ¿para qué cambiar algo que nos sigue proporcionando el servicio por el que lo compramos en su momento? Uno puede decir «pero si no puedes usar Twitter, ni WhatsApp, ni ver la predicción del tiempo»… y sin embargo casi la mitad de los abonados siguen utilizando estas reliquias y lo hacen de mil amores.
Resistentes, con batería inagotable y baratos
Su argumentario de pros es extenso y, desde luego, desde su perspectiva, irrebatible. Estos móviles son tremendamente resistentes y aunque en la mayoría de las ocasiones se rompan en mil pedazos al caerse al suelo, en unos pocos segundos se ensambla todo de nuevo y, ¡tachán!, funcionan como si nada. Muchos de sus propietarios explican orgullosos cómo han sobrevivido a las accidentales inmersiones en el retrete y tras el paso por el bote de arroz, ahí estaba su minúscula pantalla brillando de nuevo.
Otra de las ventajas de este tipo de terminales es que cuentan por lo general con unas baterías que aguantan días sin necesidad de cargador, un mal endémico que conocen bien los propietarios de flamantes smartphones sobrecargados de sensores.
Los dumbphones son además baratos, y lo que resulta más interesante, no obligan a la contratación de un plan de datos, con lo que el usuario paga únicamente por los minutos de voz consumidos, y ya se sabe que las llamadas cotizan a la baja en las tarifas de precios de los operadores.
La contrapartida de estos terminales, más allá de estar en las antípodas de locool y ser el blanco de todo tipo de bromas, en especial entre los más jóvenes, es el riesgo al aislamiento. No estar disponible en WhatsApp puede dejar a uno fuera de cenas, fiestas o demás convites en una sociedad que ya se mueve a ritmo de grupos de amigos en este servicio de mensajería. ¿Es algo grave? Laura Newcomer, de Lifehacker, escribió en su día que al contrario:estar aislado y perdido le aporta unas experiencias inmejorables y, de hecho, ha renunciado a dar el salto a los smartphones.
Es curioso contemplar, por otro lado, cómo ha evolucionado el mercado global de la telefonía móvil. Antes, los dumbphones eran la única opción en los mercados emergentes y un reducto terminal en el primer mundo; sin embargo, la evolución de este segmento ha provocado una situación insólita: los países más pobres cuentan ahora con las tasas de crecimiento de smartphones más elevadas, y los teléfonos patata no diremos que resurgen, pero gozan de unas excelentes ventas en países como Japón, en un fenómeno al que ya se le ha puesto nombre: «Galápagos».
La comparación de lo sucedido con las tortugas y este peculiar móvil es obligada: este país se pirra por los dumbphones, pero estos no podrían repetir ese éxito fuera de sus fronteras. La última lanza que podemos romper en favor de este simpático equipo es que sus propietarios nunca repetirán la cada vez más frecuente escena del aislamiento de los rostros iluminados por la pantalla del móvil ignorando el mundo exterior o las cenas de dos en las que reina el silencio mientras se suben fotos a Instagram…
José Mendiola – confidencial.com